2013 es el primer año después del fin del mundo. Lo hemos recibido tristes; nos hemos felicitado el Año Nuevo sin ánimo, como faltos de ambición, con la voluntad vacía propia de una conducta meramente ceremonial. Empieza un año muerto pero sin embargo estamos vivos. Al menos yo me siento así, vivo. El misterio de este contrasentido me predispone a reunir cualquier signo que nos permita descifrar el enigma: Vivimos en un año muerto.
jueves, 10 de enero de 2013
A pie de calle, el despliegue de pancartas sobre la fachada producía un impacto enorme.
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